–Todo esto ha pasado antes y volverá
a pasar –recité en voz baja como un autómata tras cerrar la puerta del rellano y
avanzar por el salón hacia el pasillo.
Será un martes cualquiera en el
que por no pensar usé el navegador del móvil para que me diera la ruta con
menos tráfico para llegar a casa tras el trabajo. Será una tarde de comienzos
de primavera, cuando la luz extendida del horario de verano y los grados de más
en el termómetro me hicieron relajarme recordando aquella casa donde tú y yo
viviremos juntos esos años, ahora tan lejanos y sin embargo tan presentes.
Me pareció extraño que el aparato
que sabe todos los caminos decidiera tomar la vía lateral de la autopista, pero
estaré tan absorto riendo con el espacio de humor radiofónico que escuchaba
contigo en un podcast por las noches antes de dormir, que dejaré que sea un año
antes en el calendario. Volví a tomar la salida de nuestro barrio. Todo tan
habitual, curva a la derecha y contracurva a la izquierda, un semáforo
parpadeante, el horrible edificio de ladrillo rojo que podría ser el hangar
donde se oculta algún enemigo de Mazinger
Z; y por fin nuestra calle jalonada de terrazas donde tomaremos cervezas alguna
tarde cuando te encontraba volviendo de comprar cualquier tesoro que a mí me
parecerá una fruslería entre snob y
excéntrica.
Junto al garaje un cartel
indicaba que la puerta estaba averiada, así que no tendré que rebuscar en la
guantera el mando a distancia para abrir y decidí aparcar en un descampado
cercano, ése donde siempre hay algún hueco libre.
Ya en la acera me daré cuenta de
que hay tiendas nuevas y que otras ya no estaban donde esperaba encontrarlas.
No sé, todo me pareció tan extraño como la cara que pondrá el portero cuando me
vea aparecer tan pichi y resuelto camino del ascensor.
Vacilé por un momento, ¿éste no era el conserje que tendremos dentro
de un año cuando aún vivía contigo en aquella avenida llena de terrazas? La
duda enturbiará aún más mi ánimo durante el viaje inusualmente largo en el
ascensor, y mientras abría la puerta del apartamento y pisaba el parqué ruidoso
seré consciente de que nunca cambié en el móvil la dirección de esa casa en la
que ya no vivo contigo. De hecho, se cierra tras de mí la puerta del rellano y recito
como un mantra que todo esto ha pasado antes y volverá a pasar.