lunes, 20 de marzo de 2017

LÁGRIMAS INGRÁVIDAS

Se asomó sola por la escotilla para ver amanecer, abstrayéndose de los ronquidos, o respiración fuerte, como solía precisarle él; que atronaban a su espalda.

Se preguntó cómo era posible que una visión tan bella escondiera tantas incertidumbres, tantos horrores. Eso le hacía verse pequeña, muy pequeña, frente a aquel panorama que le dibujaba, al otro lado del cristal, un precipicio infinito de estrellas. Era tal la sensación de desamparo ante aquella inmensidad terrible, que no tenía forma de impedir que las lágrimas asomaran a sus ojos y salieran flotando como hojas de rocío huérfanas.


Allá a lo lejos, otra fulguración aterradora iluminó lo que quedaba de la superficie terrestre. Sólo los ronquidos de su compañero ponían banda sonora a aquel ataque desconocido.





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