–¿Otra vez por aquí? –preguntó la
mujer mientras se sentaba en el taburete contiguo.
Él levantó la vista y sonrió.
–Dicen en el barrio que vienen
chicas interesantes a este garito.
El camarero emitió un resoplido
mientras secaba concienzudo un vaso con un trapo blanco impoluto. Miró a la
mujer con cierta impaciencia.
–Ponle otra igual –respondió ella
arrebatándole a su compañero de barra la copa recién servida.
–Y parece que es cierto lo que se
comenta en el barrio sobre este lugar –dijo él obviando la copa perdida y
lanzando una mirada ostentosa al cuerpo de la recién llegada.
–¿Es eso lo que buscas? –inquirió.
El hombre se limitó a arquear las
cejas aprobando lo que veía y a continuación desvió los ojos hacia los de la
mujer.
Ella, sin dejar de mantenerle la
mirada, bebió divertida de su copa. En el hilo musical comenzó a sonar Lovesong de The Cure. Los ojos se le iluminaron.
El camarero puso una copa en las
manos del hombre, guiñó un ojo desapasionado y se retiró al fondo de la barra,
lejos de los focos tenues del local, a seguir con su hercúlea labor de secar todos
los vasos que había junto al lavaplatos.
–Whenever
I’m alone with you –canturreó ella.
–You make
me feel like I am home again –concedió él.
–¿Llevas mucho tiempo fuera de tu
casa?
–Quizá ya esté en ella –respondió
abarcando con la mirada el bar.
–However far away, I will always love you –cantó ella en voz baja
acompañando a la voz triste de Robert Smith en el hilo musical.
–¿Cómo se ama a alguien?
–Se hace y ya está.
–¿Así de simple? ¿Cómo estás
segura de que no es un engaño de autosatisfacción? ¿Cómo sabes que no es sólo
un juego de prisioneros y síndromes de Estocolmo?
Ella saboreó la copa y buscó una
respuesta entre los cubitos de hielo que tintineaban indiferentes a las dudas.
Se encogió de hombros y volvió a tararear. Él movía inquieto su vaso entre las
manos.
–Quizá sea sólo una apuesta –aventuró
al fin–. Un deseo hacia el que seguir avanzando.
Él no levantó la vista. Ella
volvió a dar otro trago. El hilo musical les sorprendió con Fly me to the Moon.
–Y cuando no estés seguro de qué
es eso detrás de lo que andas, simplemente vuela aquí –continuó.
Se levantó y lo atrajo hacía ella
obligándolo a bailar.
–In other
words, baby, kiss me.
Él dejó que ella apoyara la
cabeza en su hombro y le recitara con voz sedosa la letra de la canción, con
los labios acariciando casi imperceptibles la piel repentinamente sensibilizada
de su cuello. Sus pies encontraron el ritmo y por un instante las bombillas
languidecientes del techo fueron estrellas entre las que jugaron a ser dos viejos
amantes. Era fácil dejarse llevar por caminos ya transitados. Era sencillo ir
de la mano de quien sabía guiar. Era factible desear lo que se quiere.
–In other
words, please be true– suspiró él.
Ella le dio un beso en el cuello
y se separó, dejando que por unos segundos él continuara bailando solo.
–¿Te veré de nuevo aquí?
–Sabes que sí –le sonrió ella
antes de dejar un billete en la barra y dirigirse al camarero–. Diego, cóbratelo
todo de aquí. Sírvele sólo una más.
Recogió el bolso y la gabardina
de la percha de la entrada, se la puso y, mientras se ajustaba el cinturón, le
dedicó una última sonrisa antes de abrir la puerta.
–Antes de subir a casa, compra
pan para la cena. Y tendrás que hablar con el mayor, ha vuelto a suspender Matemáticas.
–In other
words, I love you – fue la respuesta del hombre.