Ya se las apañarían para pagar
las facturas, siempre supieron cómo escamotear de aquí y de allá para conseguir
con qué procurarse sus caprichos y vicios. Así que si ahora consistía en no
morir de hambre, el ingenio se les agudizaría, como cuando burlaban los azotes
del padre. Fuese como fuese, ella necesitaba independizarse del recuerdo de los
embarazos no deseados, de las noches de terror esperando su regreso y de esa existencia
que no pidió cuando la casaron con él. Si sus cálculos eran correctos, la
indemnización del seguro le daría para vivir sus últimos años en una playa del
Pacífico. Si no practicaban la autopsia, claro.
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